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Educación


  "El futuro del mundo pende del aliento de los niños que van a la escuela." (Talmud)




Como toda comunidad cultural, el Judaísmo tiene su propia manera de concebir y observar la vida. Para transmitir sus valores y filosofía de vida los caminos eran, y son, variados: textos literarios y religiosos, la propia religión y sus preceptos, los mensajes subliminales y, por supuesto, la escuela, como centro reflector de sus creencias, trasmisor de valores éticos y conductas correctas. Quizás por ello la educación, tanto la transmitida por la familia como la formal que es propia de las instituciones educativas, ya constituían un eje fundamental en la instrucción de valores y conducta ética, desde los albores de la historia del pueblo de Israel. Podría decirse, incluso, que la educación se convirtió en la preocupación primordial de la vida judía. Claro está, en sus orígenes, era un sistema educativo basado en el aprendizaje de las leyes, preceptos religiosos y valores recogidos en la Torá, que emanaban del Ser Supremo y tenían por finalidad lograr una vida de santidad proyectada en el diario convivir. Ello no significaba una vida ascética y de contemplación, sino una vida imbuida en las actividades cotidianas, una forma vital en la que la felicidad asentada en el bien era eje primordial de toda acción, una felicidad que no estaba supeditada en exclusiva a los placeres físicos, sino también orientada a alimentar el alma, a través del intelecto y el espíritu.

En la educación de la ética judía pueden apreciarse varios aspectos concretos: primero está la ejemplaridad, contenida en la vida de los patriarcas, los profetas, los dirigentes. Segundo, el cumplimiento de los preceptos, comprendidos en la Torá, el Talmud y otros textos sagrados, no como rituales vacíos, sino como herramientas necesarias para una vida en armonía. En tercer término está la realización de los ritos, ceremonias y festividades, que llevan implícitos valores éticos. Y hay un cuarto aspecto, que es el de la educación sentimental. Para explicarlo tomemos como ejemplo el décimo mandamiento del Decálogo: "No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, su sirviente, su sirvienta, su buey, su burro, ni cualquier otro bien que le pertenezca a tu prójimo." (Shemot/Éxodo 20:17). Se puede observar que en el séptimo y en el octavo pronunciamiento ya se especifica como prohibitivo el adulterio y el robo, por lo que parecería estar de más el décimo pronunciamiento, cuya intencionalidad está incluida en la fase ejecutiva de las conductas que vulneran el séptimo y el octavo. Pero una cuestión es la restauración del orden quebrantado y otra prevenir los comportamientos que lo pueden quebrantar. Para decirlo de otro modo, sin el control de nuestros deseos será imposible la convivencia en comunidad (y por tanto el orden social). En consecuencia, la Torá, a través del décimo mandamiento, incluye un precepto de hondo significado emocional o anímico. Sin la fase intencional o deliberativa que proscribe el décimo pronunciamiento, no es posible la ejecución de las conductas proscritas por el séptimo y el octavo. La causalidad requerida por éstos implica su puesta en marcha mediante una intencionalidad definida, que es la advertida en el décimo mandamiento. De este modo, la educación sentimental (enseñar a amar, a querer, a valorar) se convierte en una pieza clave para el desarrollo ordenado de la vida social, y como medida preventiva de los comportamientos desviados que en su causalidad requieren una fase previa deliberativa.

Este tipo de enseñanza de la educación sentimental para la vida en comunidad se orienta, entonces, a la prevención social: una mínima mala idea de pensamiento debe llevar al arrepentimiento y la constricción, pues si todos desearan los bienes del prójimo sin ningún acto de reflexión o retracción, la siguiente fase podría ser, sin más, apoderarse arbitrariamente de lo ajeno, lo que acarrearía el caos social. Este aspecto de la educación sentimental y preventiva no aparece solamente en el décimo mandamiento, aunque de hecho podría parecer ser más notorio desde la perspectiva de su función en la vida comunitaria. También es parte de esa educación sentimental la promulgación del quinto mandamiento: "Honra a tu padre y tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que El Eterno, tu Dios, te da" (Shemot/Éxodo 20:12), alestablecer un principio basado en el afecto. Es fácil comprender queeste principio emocional establece la arquitectura de la comunidad,que hace de la familia su pilar fundamental.

Otro tipo de prevención social en los periodos bíblico y talmúdico radicaba en la educación basada en el temor y la advertencia, tan propias de las culturas y religiones ancestrales, como la judía. Era una manera común de prevenir comportamientos que podrían quebrantar las normas. Así, encontramos en Devarim/Deuteronomio (11:16-17) la siguiente advertencia, que aparece inmediatamente después de que se declara que Dios hará llegar la lluvia a su tiempo, y que la tierra dará sus frutos siempre y cuando se sirva a Dios con amor, con todo corazón y alma: “¡Cuidad! no sea que vuestro corazón se tiente y os descarriéis y sirváis a otros dioses y os postraréis ante ellos. Porque entonces se encenderá la ira de El Eterno contra vosotros, y cerrará los cielos para que no haya lluvia y la tierra no dará su fruto, y pereceréis prontamente de sobre la buena tierra que El señor os da”. La misma advertencia queda recogida en una de las plegarias centrales y diarias del Judaísmo, conocida como “Keriat Shemá Israel”, lo que nos da una visión de la importancia de la misma, como método educativo y persuasivo, para un pueblo que acababa de salir de la esclavitud y no había aprendido aún a vivir en libertad, en un ambiente hostil, como lo era el desierto, tan falto de agua y de lluvia, que aquí se especifica como fuente esencial de vida y prosperidad. Era, pues, imprescindible hacer llegar a la conciencia del pueblo que existía la recompensa y el castigo, ante actitudes de observancia, o no, de las normas y preceptos. Por otro lado, estos versículos vislumbran un Dios cercano a los hombres, un Dios paternal, preocupado por sus criaturas, por lo que educa, como padre y maestro, a través del premio o el castigo, pero con misericordia e interés para que los humanos enmienden sus errores. De este modo El Eterno logra atraer la atención de cada individuo, estimulándolo para no errar el camino y a buscar las respuestas adecuadas para una vida mejor y placentera. Por tanto, la respuesta del hombre debería ser la de entrega y amor hacia el Hacedor. Y es preciso tomar en cuenta la naturaleza de unidad e interdependencia de la comunidad, lo que se refleja en la importancia de la responsabilidad colectiva dentro del judaísmo: los castigos van dirigidos al Pueblo de Israel en su conjunto. Este punto es esencial en la visión educativa y ética del Pueblo de Israel: “Todo miembro de Israel está involucrado el uno con el otro” declara el Talmud. El comportamiento de un miembro de Israel deja su huella en el conjunto de toda su comunidad.

En sus albores, la transmisión de conocimientos, preceptos, valores y normas de conducta dentro del pueblo judío estaba dirigida por la autoridad paterna. Su obligación era la de “las enseñarás a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, al acostarte y al levantarte”, como queda explícitamente declarado en el Libro Devarim/Deuteronomio de la Torá (11:19), y que al igual que los versículos 16 y 17 ya nombrados, se ha convertido, dada su relevancia religiosa, ética y educativa, en parte esencial de la mencionada plegaria del “Shemá Israel”, para repetirlas dos veces al día: al anochecer (“al acostarte”) y al amanecer (“al levantarte”). Aún así, no sólo sobre el padre caía la responsabilidad de la educación: el ejemplo lo tenemos en Moshé/Moisés, el gran profeta y legislador, que con sus actos, obras y enseñanzas transmitía y educaba a todo el pueblo en valores y normas de conducta ética. Por algo recibió el título, por parte de los sabios y exégetas judíos de “Moisés Nuestro Maestro” (Moshé Rabenu). Con ello se colige que todos los jefes, líderes, jueces, reyes y sacerdotes de Israel tenían la obligación de educar, no sólo con la teoría sino también con su propia conducta y actuación. Queda así inculcado en la Torá: "Y harás congregar al pueblo, varones, mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieran en tus ciudades, para que oigan y aprendan y teman a Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de su ley" (Devarim/Deuteronomio 31:12). A fin de cuentas, el mayor ejemplo de educador lo tenemos, no en Moshé, sino en el propio Ser Eterno, cuando entregó de palabra y por escrito el Decálogo, descendiendo al pueblo para enseñárselo. “Habló Dios todas estas palabras” se lee en Shemot/Éxodo antes de que enunciara los Diez Pronunciamientos (20:1). En el libro de Yov/Job se confirma su condición de “Maestro”: "Él es excelso en su poder, ¿Qué maestro es semejante a Él?" (36:22). El Eterno, pues, es quieninstituye formalmente la enseñanza, para que los hombres, creados a su imagen y semejanza, lo imiten. Por otro lado, la Torá se convierte en su libro de texto para enseñar y educar éticamente. La raíz del vocablo Torá se emparenta, precisamente, con los significados de instrucción, guía y enseñanza.

Durante el periodo bíblico de la hegemonía persa sobre Israel (Siglo VI antes de la Era Común), Ezrá el Escriba instituye la enseñanza sistemática de la Torá, con el objeto de explicar y comentar textos, valores y preceptos. El objetivo de la educación durante la etapa bíblica puede resumirse en la idea de transmitir conocimientos, experiencias y destrezas de una generación a otra; aumentar e intensificar dichos conocimientos y habilidades, y llevar a la práctica los valores y el acervo cultural y ético que promulga el Tanaj/Biblia para el correcto comportamiento del individuo y de la sociedad. Poco tiempo después se establece formalmente un cuerpo de maestros profesionales que instruyen y enseñan a los niños y jóvenes. En la época del Talmud se establece la institución educativa, creándose un complejo sistema educativo. Ben Sira introduce la educación gratuita (Siglo III A.E.C.). Simón Ben-Shetaj implanta en Erets/Tierra de Israel el sistema educativo apoyado y financiado por la Comunidad (se aplica elJerem/anatema a la ciudad que no posea una escuela). El Cohén/Sacerdote Yehoshúa ben-Gamla establece la escuela pública obligatoria para mayores de cinco años en distintas ciudades ("Si no hubiera sido por él se habría olvidado la Torá en Israel", nos comenta el Talmud). Rabí Shmuel Ben Shilat institucionaliza definitivamente la edad de iniciación escolar en los seis años. Se funda, pues, la “Casa de Estudios” (“Bet Raban”) para transmitir todo el legado cultural y religioso que ha ido acumulando el Pueblo de Israel a través de su quehacer histórico, e inculcarles la conducta correcta hacia Dios y hacia sus semejantes. A sus alumnos se les llama “tinokot shel bet rabán” esto es, niños menores de la edad de Bar Mitsvá (13 años), edad a partir de la cual ya se hacen responsables de cumplir conscientemente con sus obligaciones religiosas o “halájicas”. El método de enseñanza más común estriba en la recitación, repetición y memorización de versículos e incidencias históricas (en el mismo texto litúrgico del “Shemá Israel” arriba mencionado, y extractado de la Torá, además del verbo “velimadetem” –“y los enseñaréis a vuestros hijos”- se utiliza también “veshinantam levaneja”, “y las repetirás –o inculcarás- a tu hijo”).

En una página del Baba Batra (21), tratado del Talmud del orden Nezikin, se resume toda una teoría sobre la educación, bajo la perspectiva judía. Contempla normas, recomendaciones y hasta metodologías de estudio que aún pueden tener vigencia en nuestros días. Se recomienda el estudio en “Javruta”, esto es, en parejas. Es un vocablo arameo que significa amistad o compañerismo: dos estudiantes se sientan a leer, a discutir y a interpretar conjuntamente un texto. Es un método que se basa en la perspectiva de que la intención de la educación y el aprendizaje es transformar la experiencia de quienes se involucran en dicho aprendizaje, lo que se consigue a través de las distintas interpretaciones y reflexiones que quedan manifiestas en el estudio en “javruta”. Es el método de estudio utilizado hasta hoy día en las “yeshivot” o centros de estudios judíos ortodoxos.

Otros aspectos de la educación que se contemplan en la página del Baba Batra van desde la enseñanza durante los primeros años de aprendizaje, hasta los castigos y métodos correctivos. He aquí algunos de sus consejos: Dijo Rav: “Cuando castigues a un niño usa un cordón de zapatos (para no hacerle daño). El que es aplicado, aprenderá. El que no lo es, debe ser colocado junto a alguien estudioso”. También dijo: No aceptes alumnos menores de 6 años. A partir de esa edad puedes enseñarles cuanta Torá quieras”. Raba enseñó: “Cada maestro debe tener no más que 25 alumnos. Si son cincuenta, se nombra dos maestros. Si son 40 se designa a un auxiliar remunerado por la comunidad”. Recién durante el siglo XX numerosas autoridades educativas y pedagógicas de los países reconocen y citan este dictamen talmúdico. El mismo Raba planteó también el dilema entre dos tipos diferentes de maestros: “Si hay dos maestros, y de ellos uno enseña rápido pero sin esmero, y el otro se esmera pero es muy lento, hay que nombrar al primero, porque los errores que su enseñanza puede producir se corregirán con el tiempo”. Sin embargo, no todos los sabios están de acuerdo. Rabí Dimi, por ejemplo, cree que “Hay que designar al esmerado, porque los errores se graban y ya no se borran." Esta divergencia de opiniones da a entender, también, que no existe un dogma en cuanto a la educación (los dogmas irrefutables no forman arte de la concepción judía; las discusiones que se plantean en el Talmud entre sus sabios, lo corrobora).

El Talmud también presenta un principio metodológico de enseñanza mediante los debates entre diferentes sabios. Uno puede dar un punto de vista positivo o permisivo en cuanto a una acción determinada, mientras que otro lo considera prohibitivo. Un tercer erudito puede que llegue a la conclusión de que no sólo es algo permisivo, sino obligatorio. Ello se explica porque cada sabio capta y analiza el tema debatido desde un ángulo diferente, por lo que las hipótesis pueden ser correctas en determinados momentos o situaciones.

Queda patente en el Judaísmo la responsabilidad de los mayores en cuanto a trasmitir los valores y el legado cultural y religioso a la infancia, a través de la educación. Todo judío tiene la obligación de estudiar (la Torá) hasta el día de su muerte, para no olvidarla y cumplir con lo estipulado también en Devarim/Deuteronomio: “Por tanto, cuídate, y cuida tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida”. (4:9).

¿Qué obliga a todo ser humano a recibir educación y conocimientos? Según algunos sabios judíos, toda alma, antes de nacer, conserva en su interior la completa sabiduría necesaria para vivir. Pero al momento mismo de nacer ésta queda olvidada. Ahora bien, durante el ciclo vital de cada individuo, el proceso de aprendizaje espera enseñarle, precisamente, a “mirarse” dentro de sí para encontrar las respuestas a las interrogantes y solucionar los conflictos que la vida le plantea. En nuestro interior se esconde todo el conocimiento que necesitamos para saber vivir. La educación nos ayuda a abrir el tesoro de la sabiduría interior y a comprender las riquezas de su contenido. Este conocimiento interno contribuirá a nuestra independencia y a actuar éticamente, dentro de los parámetros del bien y de la verdad. Sólo así podremos comprender el verdadero significado de vivir con placer, sin búsqueda de atajos que conllevan a caminos erróneos. La educación, la educación sobre la vida (no el adquirir conocimientos para ser más ricos o famosos que el prójimo) contribuirá a que evitemos los errores y que encontremos las respuestas correctas para que nuestra vida alcance su plenitud, en el sentido espiritual de la palabra. Dice el Talmud (Nedarim 41a) que “Nadie es pobre excepto aquél que carece de conocimientos... Una persona que tiene conocimientos, tiene todo. Una persona que no lo tiene, ¿qué es? Una vez que una persona posee conocimientos,¿de qué carece? Y si una persona no adquiere conocimientos, ¿qué posee? ”. Educación lleva implícito también el esfuerzo. Alcanzar la felicidad del bien acarrea esfuerzo. El judaísmo cree que las Mitsvot/preceptos Divinos son las herramientas necesarias para la vida. Y que la Torá es el texto de enseñanzas e instrucciones para vivir con felicidad. Por ello hay que esforzarse por cumplirlas y por comprender su significado. (*)

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(*)Las referencias a educación han sido constantes a través de la historia del pueblo judío, desde los textos bíblicos y talmúdicos, pasando por los grandes pensadores medievales, como RAMBAM/Maimónides y los pensadores judíos contemporáneos. En este anexo recopilamos unos pasajes del Talmud y otros ejemplos de periodos históricos posteriores.

En el Talmud (Mishná-Guemará):

No se debe interrumpir a los niños en su casa de estudio ni siquiera para la construcción del BethaMikdah/Templo Sagrado (Shabat 119b).

-A la edad de 5 años estudia las Escrituras… (Mishná:Avot).

Raban Gamliel solía decir: Todo alumno cuyo interior no coincide con su exterior (su corazón con sus palabras) que no entre a esta casa de estudios (Berajot 28).

¿Por qué los hijos de los sabios rara vez son ellos mismos sabios? Porque la sabiduría no se transmite por herencia (Nedarim 81).

El que rápido aprende y rápido olvida, pierde lo que gana. El que aprende con dificultad y con dificultad olvida, gana lo que pierde. El que fácilmente aprende y difícilmente olvida, es el mejor. El que con dificultad aprende y con facilidad olvida, es el peor (Avot 5).

También pueden calificarse (los alumnos) de esta manera: Esponja, embudo, colador y tamiz: Esponja, el que todo lo absorbe. Embudo, pierde todo lo que gana. Colador, deja pasar el vino y conserva las impurezas. Tamiz, discierne entre lo necesario y lo desechable. (Avot 5).

Raba solía decir: Si ves un alumno a quien le cuesta mucho el estudio, cabe pensar que es por causa del maestro que no sabe relacionarse con él (Taanit 7).

El que es vergonzoso no aprende (Avot 2).

Hilel solía decir: Nunca digas: cuando tenga tiempo estudiaré; lo más probable es que no tengas tiempo (Avot 2).

El que estudia para no cumplir y realizar lo aprendido, mejor hubiera sido que no naciera (Berajot I, 2). 

Elisha ben Avuya decía: El que estudia en su niñez logra que las palabras de la Torá se absorban en su sangre y tenga conceptos claros (Avot 4).

(También decía): El que enseña a un niño ¿ a qué se parece? Al que escribe sobre una hoja blanca. El que enseña a un viejo ¿a qué se parece? Al que escribe sobre una hoja ya escrita y garabateada (Avot 4).

El maestro severo es incapaz de enseñar (Avot 2).

Dijo Rabí Elazar: ¿Qué opina el hombre de la calle acerca del sabio (maestro)? Primero que es una copa de oro. Si el sabio conversa con él, lo considera ya una copa de plata. Si obtiene del sabio algún beneficio, lo considera una copa de barro (Sanhedrín 52).

Enseñaron nuestros maestros: Con una mano hay que reprender, pero con la otra hay que acercar al alumno (Sotá 47).

Shamai solía decir: Haz del estudio un hábito cotidiano. Habla poco y haz mucho. Recibe a toda persona con buen semblante (Avot 1).

Rabí Gamliel decía: Hazte de un maestro y aléjate de la duda (Avot 1).

Hilel solía decir: No te alejes de la colectividad. No creas en ti mismo hasta el día de tu muerte. No juzgues al prójimo hasta que te coloques en su lugar. No digas algo que no debe ser oído, finalmente se sabrá. El ignorante no teme al pecado. El desprovisto de estudio no puede ser piadoso. Donde no hay gente procura ser gente (Avot 2)

Decía Rabí Shimón ben-Gamliel: Toda mi vida he crecido entre sabios y no he hallado algo mejor para el cuerpo que el silencio. El exceso de palabras conduce al pecado (Avot 1).

 (También decía): El que estudia en su niñez se parece a un joven que se casa con una virgen. Son el uno para el otro. Ella lo abraza a él y él la abraza a ella. El que estudia Torá en la vejez, ¿a que se parece? A un anciano que se casa con una virgen. Ella se abalanza sobre él y él procura alejarse de esos ímpetus. (Avot -Rabí Natan).

Rabí Janina ben Dosa solía decir: Aquél cuyo temor al pecado antecede a su sabiduría, conservará la sabiduría. Aquél cuya sabiduría antecede al temor al pecado, no conservará la sabiduría. Aquél que hace más de lo que estudia será sabio. Quien estudia más de lo que practica no será sabio. Quien gusta a los hombres gustará a Dios. Quien disgusta a los hombres no gustará a Dios (Avot 3).

Nunca amenaces a los niños. Castígalos o bien perdónalos. (Semajot 2:6)  

Negarle al niño el conocimiento le quita al niño su herencia. (Talmud Sanedrín 91b)  

Todo padre o madre está obligado a enseñar a sus hijos el cumplimiento de las mitsvot/preceptos, porque está escrito: “Cría al niño en su camino (en que debe andar)” (Proverbios 22:6).

Las madres deben iniciar a sus hijos en el aprendizaje de la Torá (Shemot Rabá 28:2).  

El padre no debe prometer darle algo al hijo y luego no dárselo, porque así el hijo aprende a mentir (Talmud Sucá 46b).

El padre que enseña a su hijo es como si hubiera enseñado a su hijo, al hijo de su hijo, y así sucesivamente hasta el fin de las generaciones (Talmud Kidushin 36).  

Para el padre o la madre que enseña con el ejemplo personal y no sólo con palabras, quien lo escucha toma en serio su consejo (Comentario a Avot).

La reverencia al maestro es como el temor al Cielo" (Abot 4:12); por eso se dice: "todo el que discute con su maestro es como si discutiera con la Presencia Divina” (Sanhedrín 101a).

 Antes de nacer, en el vientre materno, Dios envía un ángel para que se siente junto al embrión y le enseñe toda la sabiduría necesaria para vivir. Pero justo en el momento antes de nacer, el ángel lo golpea debajo de la nariz (la hendidura) y se olvida de todo lo que él le enseñó (Nidá).

Durante la Edad Media la educación judía siguió manteniendo su nivel de exigencia, ponderando, claro está, el estudio de la Torá y el Talmud, pero agregando materias seculares, especialmente en las comunidades judías de la España musulmana, abiertas al estudio de las artes y las ciencias. Ello dio pie a que grandes rabinos fueran, además de filósofos, también científicos, astrónomos, poetas o médicos. Este fue el caso de Rabí Moshé ben Maimón (RAMBAM/Maimónides), nacido en Córdoba (1135) y que por intolerancia religiosa tuvo que abandonar su España natal para radicarse en Egipto (Fostat). Se convirtió en el más grande pensador y médico judío del medioevo, lo que quedó manifiesto en sus excelentes tratados médicos y científicos, así como en sus escritos teológicos y filosóficos. RAMBAM gozaba de un talante docente. Podría decirse que su visión pedagógica se adelantaba a su tiempo. Tenía clara sus ideas sobre el tema pedagógico, pero habría que comprenderlo dentro de su contexto histórico, de los métodos docentes de su época, de su oficio de Rabí, de su fe y estudios bíblicos y talmúdicos. Por ejemplo, no era partidario de que alguien que no estuviera capacitado para ello, se dedicara a emprender estudios superiores. Y a aquellos que sí eran capaces, les recomendaba entregarse a su maestro y al estudio, apuntando a un nivel de exigencia muy alto, porque para RAMBAM la actividad intelectual era lo que más podría proporcionar plenitud de vida. Ése fue el nivel que se exigió a sí mismo en su vida profesional. En su excelente tratadoMishné Torá/Segunda Ley, revela sus opiniones sobre la enseñanza y la educación basadas, principalmente, en el Talmud. He aquí algunos ejemplos:

Se debe de proveer de maestros a todos los pueblos y comarcas de la región.

Se debe poner a estudiar a los niños entre los seis y los siete años, considerando su capacidad, tanto física como intelectual. A los menores de seis años no hay que llevarlos a la escuela.

Un maestro que abandona a sus alumnos o que se pone a hacer otra labor delante de ellos o que es negligente en cuanto a la enseñanza, se le considera como aquellos de quienes se dice: “maldito el que convierte el Servicio Divino en engaño” (Yirmiyahu/Jeremías 48:10). Por tanto el maestro debe ser un hombre devoto y respetuoso, experimentado en la lectura y con una correcta expresión. 

 Un máximo de veinticinco niños pueden estudiar con un solo maestro. Entre veinticinco y cuarenta se debe poner a un asistente auxiliar en la enseñanza. Con más de cuarenta se deben poner dos maestros.

¿Cómo enseñar? El maestro debe sentarse ante la clase y los alumnos deben rodearlo formando un círculo, para que todos puedan verlo y escuchar sus palabras. El maestro no debe estar sentado en una silla mientras que los alumnos se sientan en el suelo, sino que todos en el suelo o todos en sillas.

 El maestro que explica la lección y resulta que los alumnos no la entienden, no debe ni enfadarse ni impacientarse con ellos, sino que debe repetir nuevamente la lección, incluso varias veces, hasta que la comprendan.

 Un alumno no debe decir “he entendido”, si no ha entendido, sino que debe volver a preguntar, incluso varias veces.

 No se debe avergonzar a un alumno frente a los compañeros que han comprendido la lección a la primera o a la segunda explicación, mientras que él solo lo aprende después de varias veces, pues si se avergüenza de ello resulta que va y viene de la escuela sin haber aprendido nada… ¿Esto a qué alude? A cuando los alumnos no entienden alguna lección por ser compleja o por ser ellos de escasa inteligencia. Pero si el maestro repara que sus alumnos descuidan el estudio por pereza, y ésa es la causa por la que no entienden, entonces debe ser riguroso con ellos y ponerlos en videncia con sus palabras, para estimularlos.

 No se le debe hacer preguntas al maestro mientras entra a la escuela, sino que se debe esperar a que su mente ya haya reposado.

 No se le debe preguntar al maestro sobre un asunto diferente de aquél del que están estudiando, para no ponerlo en un apuro. Sin embargo el maestro sí puede confundir a los alumnos con sus preguntas o con sus actos, a fin de estimularlos y de examinar si recuerdan o no lo que ha enseñado. Y por su puesto que el maestro tiene derecho a preguntar a sus alumnos sobre un tema distinto de aquel en el que están enfrascados, para que sean dinámicos en el estudio.

Durante la primera mitad del siglo XX de la era común vivió uno de los pedagogos más innovadores en cuanto al pensamiento educativo y su puesta en práctica. Se trata del médico, escritor y pedagogo judío polaco Janusz Korczak (Henrik Goldsmit). En varios de sus escritos y novelas (Cuando vuelva a ser niño; El Rey Matia I; Cómo amar a los niños) Korczak enuncia sus principios pedagógicos, que solía poner en práctica en los distintos centro educativos, orfanatos y colonias vacacionales que dirigió en Polonia (judíos y no judíos). Su programa educativo se asienta en la idea de que el niño no es un futuro ser humano, es el hombre mismo. El adulto, en vez de comportarse como un dictador ante el menor, debe intentar comprender su psicología, su estado de ánimo, tratándolo con amor, respeto y compañerismo. Así escribe: “No es acertado decir que los niños llegarán a ser personas: son ya personas… cuyas almas contienen la semilla de todas las ideas y emociones que poseemos. Hay que orientar con delicadeza el crecimiento de dichas semillas”.

Korczak se atrevió a poner en duda la eficacia de la enseñanza tradicional, llena de formalismos y rigor en las relaciones maestro-alumno y tan distante con la realidad misma, así como el trato educativo otorgado a las niñas. Al mismo tiempo formuló propuestas pedagógicas que conferían responsabilidades y autonomía a los educandos, y defendió la necesidad de crear un sistema de cooperación en la educación, entre la escuela, la familia, las distintas instituciones sociales y los propios alumnos. Estaba seguro de que sólo con condiciones de vida adecuadas sería posible el correcto comportamiento y desarrollo de determinado grupo escolar. Por ello, siempre estaba atento a la dieta, la higiene y la necesidad de reposo de sus alumnos, así como a la infraestructura del recinto (no olvidemos que era también médico). Abogaba por un ambiente familiar propicio para la educación, cuya responsabilidad recaía en los padres. Para los niños sin hogar, este ambiente debería ser creado por la propia la institución -hogar u orfanato- que acogía al niño. Aquí los propios educandos deberían desempeñarse como miembros de una misma familia: ocuparse de las labores del hogar; los mayores responsabilizarse de los más pequeños. Ello era posible, para Korczak, si se inculcaba el respeto, la participación colectiva en tareas específicas y dar relevancia al intercambio de opiniones, a través de asambleas y hasta plebiscitos. Los niños eran responsables, incluso, junto con los mayores, de elaborar las normas de vida que creían convenientes. En sus centros de estudio y acogida instituyó dos órganos integrados por los propios alumnos: un consejo autónomo y un tribunal de arbitraje. Todos, mayores y adultos, deberían respetar las normas adoptadas y los resultados de cualquier arbitraje. Promovió la edición de un periódico escolar, la salida al aire libre, los campamentos, el teatro, títeres, talleres de autoabastecimiento… Con ello estableció una labor no solo educativa y formativa, sino también productiva. 

Desgraciadamente esta atmósfera de democracia dentro de sus instituciones pedagógicas se vio truncada cuando los nazis irrumpieron en Polonia, instituyendo sus leyes raciales e implantando su “solución final” para los judíos. Janusz Korczak, confinado en el gueto de Varsovia, erigió un orfanato para todos los niños judíos huérfanos. En agosto de 1942 sus doscientos niños fueron obligados a subir a los trenes que los llevaría a la muerte. Él, como personalidad relevante en el mundo intelectual polaco, recibió un salvoconducto para trasladarse fuera del gueto, lo que rechazó, pues su responsabilidad como educador no le podía permitir abandonar a sus niños cuando más lo necesitaban. Así, acompañando a sus alumnos, inculcándoles ánimo y esperanza, subió con ellos a los trenes, hacia su destino final: la muerte en el campo de exterminio de Treblinka. Legó a la Humanidad sus principios pedagógicos y su amor a la infancia, lo que fue recogido por las Naciones Unidas cuando proclamaron, basado en los ideales de Korczak, la Declaración de los Derechos del Niño (1959). Llevó, así, su responsabilidad como educador hasta las últimas consecuencias. Estos son algunos de sus pensamientos, máximas e ideas:

El lazo más fuerte que tenemos con la vida se expresa en la sonrisa de un niño.

El niño tiene derecho a equivocarse: "Renunciemos a la ilusión de tener niños perfectos".

El niño tiene derecho a ser tomado en serio: "¿Quién pide su opinión o su consentimiento al niño?" 

El niño tiene derecho a ser valorado por lo que es: "Al niño, por ser pequeño, se le da poco valor”.

El niño tiene derecho a desear, pedir, reclamar: "Con los años, la distancia entre las demandas de los adultos y los deseos de los niños se distancian progresivamente". 

El niño tiene derecho a tener secretos: "Respetad sus secretos".

El niño tiene derecho a ser defendido ante un tribunal de justicia especializado en la infancia: "El niño delincuente es todavía un niño... Desgraciadamente los sufrimientos generados por la pobreza se propagan como los piojos: sadismo, crimen, grosería y brutalidad se nutren de ella." 

Puedo explicarme la importancia de las tradiciones, del orden, de la diligencia, de la honestidad y de la sinceridad, pero no puedo cambiar a ningún niño en algo que no es. Un árbol de haya siempre será un  árbol de haya, un árbol de cedro siempre será un árbol de cedro. Puedo despertar aquello que se encuentra profundamente dormido en el alma pero no puedo crear nada nuevo.

Estamos tan acostumbrados a vivir con experiencias prestadas, investigaciones de otros y puntos de vista ajenos que hemos perdido la confianza en nosotros mismos y no deseamos seguir creyendo en la realidad que ofrecen nuestros propios ojos.

Hago un llamado a la magna charta libertatisde los derechos el niño. El derecho del niño a la muerte. El derecho del niño a vivir su vida de hoy. El derecho del niño a ser lo que él es. Es importante comprender bien el sentido de estos derechos con el fin de permitir que los niños los aprovechen, sin cometer demasiados errores. Errores habrá siempre, pero es necesario tener valor para enfrentarlos; el niño sabrá corregirlos con la condición de que no debilitemos en él esa preciosa facultad que es el instinto de autodefensa.

¿Le damos demasiada leche para beber o un huevo que no está muy fresco para comer? El niño vomita. ¿Le damos una información que rebasa su entendimiento? No comprende. ¿Un consejo sin valor? No lo escucha. No hablo solo por hablar al decir que es una suerte para la Humanidad que no podamos obligar a los niños a obedecer los métodos educativos que van contra su sentido común o su saludable voluntad.

El primer e indiscutible derecho del niño es aquel que le permite expresar libremente sus ideas y tomar parte activa en el debate concerniente a la apreciación de su conducta y también en la reprensión. Cuando el respeto y la confianza que le debemos sean una realidad, cuando él mismo confíe, gran número de enigmas y de errores desaparecerán.
                 

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