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Humildad

  “A través de la humildad se intensificará en tu corazón la reverencia a Dios, ya que siempre tendrás presente de dónde has venido y a dónde estás destinado a ir. Te darás cuenta de que en la vida eres tan frágil como la larva o el gusano, y con más razón en la muerte. Es este sentido de la humildad, el que te recuerda ante Quién serás convocado para el juicio, el Rey Todopoderoso…”. 



La naturaleza ilusoria de nuestros méritos y logros está perfectamente definida en la sentencia del Kohelet/Eclesiastés "Vanidad de vanidades, todo es vanidad" (1:2). Es nuestro ego el que no es capaz de discernir que nuestras potencialidades, cualidades y logros son posibles gracias al Ser. Presumir de los propios méritos no es más que arrogancia, envanecimiento. Sé muy muy humilde, puesto que la esperanza del hombre es (ser el pasto de) los gusanos" sentencia Rabí Levitas de Yavné en el Pirké Avot (4:4). ¿Qué nos queda?: La humildad, el despojo de un orgullo cimentado en cosas vanas. El filósofo y cabalista judeo-español, Rabí Moshé ben-Maimón (Najmánides, S. XIII) expuso, en una carta remitida desde Israel a su hijo en Cataluña, uno de los más completos alegatos judíos a favor de la humildad: “Y ahora hijo mío, entiende claramente que aquel que tiene arrogancia en su corazón hacia otros hombres se rebela contra la soberanía del Cielo, porque se está glorificando a sí mismo con las vestiduras propias de el Hacedor, ya que está escrito que ‘El Eterno reina, y Él viste el manto de la grandeza’. Porque en realidad, ¿de qué debería estar orgulloso el hombre? Si posee riqueza, es Dios quien lo hace próspero. Si ostenta honores, ¿no pertenece a Dios el honor? Tal como está escrito: ‘La riqueza y el honor provienen de Ti’, ¿cómo puede alguien glorificarse a sí mismo con el honor de su Creador? Si se enorgullece de su sabiduría, hazle entender que Dios puede quitarle el habla a los más competentes y despojar de la sabiduría a los ancianos. De tal manera, todos los hombres están en pie de igualdad frente a su Creador”.

Se cuenta que Rabí Yonatán Aibeshitz (Polonia, S. XVIII) tenía por costumbre buscar entre todos los concentrados en la sinagoga para las plegarias de Yom Kipur, a algún piadoso que rezara con el corazón quebrado, y con toda la concentración e intención posible. Por fin encontró a un judío que sacudía su cuerpo con exaltación y que con lágrimas en los ojos repetía: "vasija de barro soy ante Ti en vida y con mayor razón así seré en la muerte". Era tal su fervor que Rabí Yonatán quedó convencido de su humildad, por lo que se ubicó a su lado. Al día siguiente, durante las plegarias matutinas, volvió Rabí Yonatán a colocarse junto al piadoso, que continuaba con aquella admirable actitud. Cuando llegó la hora de la lectura de la Torá llamaron a otro judío antes que al “humilde piadoso” para que subiera a la lectura. En ese instante éste se irguió en cólera, gritando: ¿Cómo que él antes que yo?! ¿Acaso él es más importante o más sabio que yo? ¡Mi familia es más ilustre que la suya!’. A Rabí Yonatán le costaba creer lo que oían sus oídos. Así que se atrevió a preguntarle: “No entiendo, hace un instante usted lloraba con humildad por la fragilidad de su existencia ¿cómo es posible que ahora dispute por conseguir honores?” “¿Pero Qué está diciendo?’, le replicó aquel hombre. “¿Con quién hablaba yo? Con Dios. ¡A su lado no soy más que tierra, pero comparado con ése soy mucho más importante! 

Esta anécdota de la literatura rabínica nos hace comprender, por un lado, cuán importante es para el Judaísmo la virtud de la humildad y, por otro, lo difícil que es lograrla. La Biblia, el Talmud, los grandes sabios del judaísmo, han apreciado siempre el valor de la humildad, quizás precisamente porque son conscientes de la debilidad humana, propensa al orgullo, a la soberbia, a la vanidad. Decimos con constancia que amamos a Dios, que amamos a la Humanidad, pero amar al vecino, eso ya es otra cosa. Si practico la humildad tengo que descartar parte de mi personalidad, tratar de anular mi “yo” jactancioso, entonces ¿qué quedará de mi “ego”? La respuesta, dentro del Judaísmo, está en la entrega reverencial a Dios. Quien se entrega honestamente al Ser, entrega su “yo” y sabrá refinar sus defectos de carácter. Además, será consciente que no hay forma de amar a Dios sin amar y respetar a sus criaturas, entre los que estamos los seres humanos. El Profeta Yirmiyahu/Jeremías revela: “Así dice el Eterno: Que el sabio no se gloríe de su sabiduría, que el fuerte no se gloríe de su fuerza ni el rico se gloríe de su riqueza. Quien se gloría, que se gloríe de esto: de comprender y de conocerme. Porque Yo Soy el Eterno que obra con compasión, justicia y rectitud en la tierra” (9:22-23). A fin de cuentas, tanto la sabiduría, como la fuerza y la riqueza, provienen de El Creador. Ser humilde nos obliga a elevarnos por sobre nuestras ambiciones egoístas para obrar correctamente, por razones justas. ¿Qué nos lo impide? Posiblemente lo que los demás puedan pensar o creer de nosotros, así como las constantes preocupaciones materiales e inútiles que nos rodean y que influyen sobre nuestro carácter, creándonos inseguridad o haciéndonos sentir menos que el prójimo si no conducimos el coche de moda o no compramos lo que la publicidad nos hace ver como la panacea para la felicidad. Es la falta de humildad lo que nos impele a ser y a actuar como los demás.

Existen varios “midrashim”, esto es, enseñanzas y comentarios ejemplares que buscan facilitar la comprensión de la Torá, que nos ilustran sobre el valor de la humildad, partiendo precisamente de Dios. Uno de ellos explica por qué la Torá empezó por la letra “Bet” (la segunda letra del alfabeto hebreo) con la palabra “Bereshit” (Al Principio…) y no con la “Alef” (la primera letra). Explica que las letras del alfabeto empezaron a discutir entre ellas, cada una tratando de ensalzar sus cualidades, para ser merecedoras de iniciar la Torá. La única letra que se mantuvo en una postura humilde y silenciosa fue la Bet. Por ello fue escogida por Dios para encabezarla. Siguiendo esta misma línea de pensamiento, el Meam Loez (conjunto de escritos religiosos recopilados durante el siglo XVIII, obra maestra de la literatura judeo-española) destaca que es preciso imitar la virtud humilde que emana del Ser Supremo, quien escogió iniciar la Torá precisamente con la palabra Bereshit, en vez de con su propio nombre. Afirma, además, que la humildad es la base hacia la obtención de los demás atributos morales.

Otro Midrash similar parte del versículo "Y Dios habló a Moisés en el Desierto de Sinai", para preguntarse: ¿Por qué la Torá fue entregada en el desierto? La respuesta está en que el desierto es un lugar vacío, nada llamativo, silencioso. Esto significa que la Torá no puede ser recibida si no en un lugar lo suficientemente vacío, igual que el hombre, que debe estar dispuesto a desocupar espacio interior para albergarla; en un espacio silencioso, para que pueda escucharse; y en un espacio humilde, sin pretensiones. Otro tanto se relata del Monte de Sinay, que fue escogido por Dios, debido también a que no era una montaña que descollaba, sino, por el contrario, humilde. Con estos Midrashim los sabios judíos pretenden demostrar que solo a través de la humildad se adquiere la Torá. Su estudio entero exige modestia y humildad.

¿Por qué fue destruida la Torre de Babel, según nos relata el Génesis? Está escrito: “Entonces se dijeron entre ellos: Fabriquemos ladrillos cociéndolos al fuego… Y dijeron: Edifiquemos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos un nombre, por si nos desperdigamos por toda la haz de la tierra." (11:3-4). Los sabios judíos interpretan que no fue la construcción de la ciudad ni la fabricación de ladrillos lo que les acarreó el castigo (la confusión de las lenguas). Por el contrario, si Dios entregó al hombre la condición de la inteligencia, fue para que la utilizara, para que fuera creativo y colaborara en la gran obra de la Creación. La condena les llegó por su soberbia: quisieron ser famosos, llegar materialmente a lo más alto. Fue la falta de humildad lo que el Ser quiso condenar.

Ahora bien, el judaísmo no ve a la humildad como una actitud de apocamiento y baja autoestima, o una postura sumisa y falta de ánimo. No es encorvarse de hombros sino ser conscientes de nuestras limitaciones y carencias; en ser objetivos con uno mismo y con relación a los demás y, de esta forma, actuar a conciencia. Ello quiere decir que no por ser humilde debemos rechazar nuestros talentos y capacidades. Si poseo el potencial de ser líder, mi misión será la de liderar; pero si soy consciente de que carezco de tales condiciones, o que hay quien posea mayores capacidades de liderazgo, debo dejar el camino despejado para que otro tome el lugar que le corresponde. Es decir, la humildad estriba en ser suficientemente sabios para aceptar nuestro nivel evolutivo y ser capaces de admitir los errores. Al conocernos a nosotros mismos rechazamos el temor a sentir que no valemos nada y aprendemos a crecer, a perdonarnos y a perdonar a nuestros semejantes más rápidamente. Y si por nuestros méritos estamos llamados a dirigir o crear o inventar, habremos de hacerlo sin esperar, a cambio, recompensa personal.

Para comprender mejor esta postura en el judaísmo en cuanto a la humildad, conviene examinar los actos de dos protagonistas fundamentales de la Torá: del Patriarca Abraham, el primer hebreo, y del gran Guía, Maestro y Profeta Moshé/Moisés.

El cuarto libro de la Torá (Bemidbar/Números) destaca la humildad como la cualidad más apreciada en Moshé: “Mas el hombre Moisés era muy humilde (modesto), más que todo hombre que hay sobre la faz de la tierra” (12 :3). ¿Por qué esta distinción? Cuando Dios le propone la misión de redimir a los Hijos de Israel de la esclavitud, Moshé no quiere aceptarla, varias veces la rechaza, pues no se siente capacitado para llevarla a cabo. “Quién soy yo para ir al faraón y librar a los Hijos de Israel de Egipto… no soy hombre con facilidad de palabras… envía, por favor, a quien debas enviar…” (Shemot/Éxodo 3-4). Sin embargo, cuando toma conciencia que la responsabilidad recae sobre él, Moshé se llena de valor, energía y coraje, y emprende con decisión una ardua labor de liderazgo como pocas. Aún así reconoce sus limitaciones, y admite que en esta monumental obra precisará de consejos y ayuda: escucha las recomendaciones de su suegro Yitró/Jetró; acepta la autoridad de su hermano Aharón en asuntos del culto y el sacerdocio; reconoce varias veces su incapacidad de responder a interrogantes diversas sin la ayuda del Todopoderoso; él, antes que cualquiera, reconoce que su obra es de tal envergadura, que sería imposible llevarla a cabo sin la colaboración de un concejo de sabios y otros dirigentes: “Yo no puedo cargar solo con todo este pueblo. Es demasiada carga para mí” (Bemidbar/Números 11:14). A pesar de ello, cumple con fortaleza e integridad la misión que se le ha encomendado. Precisamente la humildad de su corazón es lo que alimentaba su fortaleza espiritual para conservar sus acciones, pensamientos y emociones de forma equilibrada y en una continua conexión con la Divinidad. De esta manera la actitud humilde de Moshé queda como paradigma para generaciones venideras.

La exégesis y literatura rabínica están llenas de midrashim que interpretan y complementa la humildad de Moisés. Así, por ejemplo, en el Baal Haturim se comenta que cuando Moshé escribió los dictados del Pentateuco, quiso omitir la letra "Alef" al final de la palabra Vayikrá (nombre en hebreo del tercer libro, Levítico, y que significa ‘y llamó’). ¿Por qué? Porque al prescindir de esta letra, la palabra se leería “Vaikar”, que podría significar fortuito, esto es, que Dios se le apareció y lo llamó de manera casual, no por sus méritos. Finalmente, para no omitir letra alguna dictada por el Todopoderoso, escribió la Alef más pequeña que el resto de las letras, y así aparece en la Biblia hebrea hasta el día de hoy. Otro ejemplo de humildad.

También Abraham se ha convertido para las generaciones en símbolo de humildad. Frente a Dios su conducta humilde puede ser comprensible. Pero también frente a los hombres Abraham mantiene su modesta actitud. Cuando en el Bereshit/Génesis aparecen frente a sus tiendas tres hombres, al calor del día, éste deja lo que está haciendo, que es precisamente conversar con El Ser Supremo, para salir apresuradamente a recibirlos (en tres versículos se utilizan cuatro veces vocablos que indican presteza, rapidez). ¿Y cómo lo hace? Postrándose rostro a tierra ante ellos, y mas que diciéndoles, rogándoles: “Señores míos, si he hallado gracia a vuestros ojos, os ruego no paséis de largo de vuestro servidor” (18:3). ¿Quién sirve a quién? Su humildad le hace comprender que servir a extraños y ser hospitalario es una misión ineluctable (más aún cuando estos personajes vendrían de una larga caminata por el desierto, en cuya entrada Abraham plantó encinas y estableció sus tiendas). El Pirké Avot enfatiza esta virtud de Abraham al expresar: “Todo el que posea las siguientes cualidades es discípulo de Abraham y el que posea los defectos contrarios, discípulo de Bilham": ojo benevolente, humildad y sencillez…” (Capítulo 5, Mishná 19). Rabí Obadia de Bartenura (comentarista de la Mishná en Jerusalem, siglo XV) explica que “con buenos ojos” significa no envidiar la propiedad ajena, puesto que así exclamó Abraham después de liberar al rey de Sedom/Sodoma: "Ni un hilo ni un cordón tomaré de todo lo que es tuyo". La Humildad queda patente en Abraham cuando así se expresó ante Dios al intentar evitar la destrucción de Sodoma: "…Y yo soy polvo y ceniza". Sencillez y prudencia se hacen evidentes cuando le dijo a su mujer Saray (Sará): “He aquí que ahora sé que eres una mujer de hermoso aspecto”. Por el contrario, la envidia, la soberbia y la codicia son opuestas al legado de Abraham el Patriarca.

Además de la Biblia, la liturgia, la literatura rabínica y en especial el Talmud(*), subrayan la virtud de la humildad. Constantemente se advierte al ser humano que no confíe demasiado en sus propios éxitos o méritos, puesto que ello da pie a actitudes de engreimiento y soberbia. Las mismas plegarias matutinas judías lo pone en evidencia: “Soberano de los mundos, no son nuestros méritos ni actos de justicia por lo que podemos alegar piedad ante Ti, sino por tu infinita misericordia… ¿Qué somos? ¿Cuál es nuestra vida, nuestra compasión, cuál nuestra justicia, nuestro poder, nuestra valentía?... En verdad hasta los más poderosos son como la nada ante Ti, y los hombres de fama son como si nunca hubieran existido, y los sabios, vacíos de conocimiento; los inteligentes, sin entendimiento. Sus acciones son nulas, y su existencia vana ante Ti. El hombre no tiene ventaja ni siquiera sobre el animal, porque todo es vanidad”. El Talmud puntualiza que entre los diez grados de perfección moral, la humildad se sitúa lo más alto (Avodá Zará 20b). Es la mayor expresión de Reverencia. Rambam/Maimónides, por ejemplo, enseña que "La humildad, esta pura cualidad, es la más sublime de todas las virtudes admirables". Incluso él, que busca y promueve el “sendero del medio” para todos los actos, en cuanto a la humildad especifica que no puede haber término medio. No existe la modestia parcial; o se es o no se es humilde. Sólo quien haya adquirido un cúmulo de conocimientos, afirma, es capaz de reconocer la magnitud de lo que aún le queda por conocer, como un horizonte que se ve más lejano con cada paso recorrido. Por el contrario, el falso orgullo es el enemigo mortal del aprendizaje.

Con relación al estudio toda la exégesis judía deja claro que el auténtico sabio es aquél que reconoce que no sabe y está sediento de más estudio, más conocimiento y reflexión. Es más, quien quiere aprender debe ser por necesidad humilde, ya que la humildad le hace entender en perspectiva su falta de conocimientos. Solo si abre su corazón y su mente a ese “vacío”, lo podrá llenar con la mejor de las enseñanzas. Más aún, la humildad es requisito indispensable del verdadero aprendiz, del verdadero discípulo, pues mucha de la disciplina de éste deberá estar basada en la conciencia de lo limitado de su conocimiento para, precisamente, en razón de esta carencia, buscar activamente llenarse de él. “El que aprende de su prójimo un solo capítulo, una sola sentencia, … o incluso una sola letra”, dice Pirké Avot, “debe honrarle. Éste es el caso de David, Rey de Israel, que no aprendió más de dos cosas de Ajitofel, y sin embargo lo llamó maestro, consejero y amigo” (6:mishná 3).

Terminemos estas reflexiones con otra anécdota ejemplar: El Rav/Rabino Simja Bunim de Pshisja (Europa siglo XIX) siempre llevaba consigo dos papelitos - uno en el bolsillo derecho y otro en el izquierdo. Uno tenía impresa la frase Talmúdica, "El mundo entero fue creado sólo para mí" (Sanedrín 38a). En el otro estaban grabadas las palabras de Abraham, "Soy tan sólo polvo y cenizas" (Bereshit/Génesis 18:27). Eso le ayudaba a reflexionar que hay momentos para dar un paso hacia delante, y otros en los que hay que dar un paso hacia atrás.

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(*)Tanto el TANAJ/Biblia como el Talmud enuncian numerosas referencias en torno a la virtud de la humildad y a las consecuencias del orgullo y la vanidad. Me referiré a dos textos bíblicos en los que algunos comentaristas rabínicos aprecian alusiones directas a la humildad y a las consecuencias que surgen por su omisión. Uno es el relato referente a Yiftaj/Jefté, en el libro de Shoftim/Juces (11:1-40). Yiftaj, hijo de prostituta y repudiado por su familia, se convirtió en Juez y defensor de Israel, inspirado por el espíritu Divino. En su lucha contra los amonitas, hizo un voto a Dios: “Si me das la victoria sobre los hijos de Amón, lo que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo regrese en paz de la batalla, te lo ofreceré en holocausto. (30-31)”. Fue su única hija la que salió a recibirlo. El desgarró entonces sus vestiduras y cumplió su promesa, entregándola en sacrificio, luego de de permitirle que fuera a llorar la desgracia de morir virgen. Fuera de la terrible imprudencia de pronunciar un juramento sin pensar en las consecuencias y de la incongruencia de dar prioridad a un juramento por sobre la preservación de la vida, los sabios rabinos se preguntan el por qué tuvo que morir la hija de Yiftaj, si existía la posibilidad de que el Cohén/Sacerdote anulara el voto. He aquí las conclusiones a las que llegan: por la falta de humildad, tanto de Yiftaj, el Juez, como de Pinjás, el Cohén. La arrogancia paralizó a ambos. Para Yiftaj, el Juez de Israel, sería una humillación tener que rebajarse pidiendo clemencia ante Pinjás. Y otro tanto ocurrió con éste que, siendo Sumo Sacerdote, creyó que no le correspondía “humillarse” dando él el primer paso. El Midrash condena a ambos por igual: Pinjás fue despojado del espíritu Divino, y el otro tuvo que soportar una muerte lenta. Éste es el corolario al que quieren llegar los exégetas: Un dirigente debe tener en cuenta el sentido de la proporción, reconocer sus carencias, y trabajar comprometidamente y con humildad, junto con los otros responsables. Poder y humildad no son incompatibles, son complementarios.

El relato de Yov/Job, en los Hagiógrafos, aunque con otro sentido, posee también connotaciones relativas a la humildad. En este argumento definitivamente didáctico, Yov es un hombre justo y temeroso de Dios, quien lo había bendecido con numerosa descendencia y cuantiosos bienes. A fin de poner a prueba su espíritu virtuoso, el Eterno permite a Satán que lo abrume con infortunios y aflicciones. Así, Yov pierde a sus hijos, a sus bienes y queda sumido en la miseria y con terribles enfermedades. Pero Yov acepta resignadamente su infortunio (Le contesta a su mujer: “Si aceptamos los bienes que Dios nos envía, ¿por qué no vamos a aceptar también los males?” (2:10)) . Sus amigos le dan a entender que éste habrá tenido que cometer alguna grave transgresión, pues Dios premia y castiga según los actos cometidos en vida. Finalmente Yov se defiende y se queja apesadumbradamente de sus desgracias, que no comprende, pues sabe que sus actos siempre han sido los correctos. Pero Elihu le quiere hacer ver el valor educativo y disciplinario de los sufrimientos, ya que la misión de éstos es la de fortalecer la virtud y, por tanto, instruir a los hombres. No es el ser humano quien decide el tiempo y la forma en que Dios debe manifestar su justicia. Ante el Ser Supremo no le queda al hombre más que postrarse en sumisión, pues no puede pedirle cuentas; las acciones Divinas son un misterio para la mente humana. A pesar de todo Yov manifiesta su última confianza en el Ser, a quien ve, a pesar de todos los sufrimientos, como su amigo y defensor. Finalmente el propio Eterno aparece en escena, reprendiendo a Yov por sus quejas y por no haber aceptado su voluntad. Le recrimina el que haya querido atribuirse el papel de Juez, que le corresponde a Dios: “…pero tú estás saturado del juicio del inicuo, a quien hostigan el juicio y la justicia. Ten cuidado de la ira, no sea que te pierda tu soberbia y no te pueda librar ningún rescate. ¿Te servirán de algo tus riquezas que no tienen límites¿ ¿O todos los recursos de tu poder?” (36:17-19). Le hace ver que también los alegatos de sus amigos son impropios, pues Él, en su infinita omnipresencia, pone a prueba el corazón de sus hijos para otorgarle aún más bendiciones. Por tanto, restituye a Yov su antigua felicidad y lo colma grandemente de bendiciones. 

¿Cuál es la lección sobre la humildad que se podría aprender con este relato? Que Yov tuvo que pasar por la más grande humillación para que aprendiera la humildad. En el capítulo 40 está escrito: “Arroja de ti los furores de tu ira. Mira a todo engreído de soberbia y abátele. Observa a cada uno que exhibe arrogancia y póstrale; y quebranta a los orgullosos y malvados allí donde estén” (11-13)Y en el capítulo 5 se puntualiza claramente: “(Dios) eleva a las alturas a quienes están abajo (los humildes) y los afligidos son exaltados a lugar seguro” (11).

Sirvan también estos ejemplos de versículos o máximas extraídos de los textos judíos:

Del Talmud:

La razón por la cual al Cohén Gadol/Sumo Sacerdote no se le permitía oficiar con sus prendas de oro en Yom Kipur/Día de la Expiación era para que fuera evocada la humildad (Yoma VII). 

A través de la humildad se alejará la calumnia. (Ar.15a)

Cinco hombres fueron grandemente dotados por la Gracia Divina, pero el orgullo fue su ruina: Sansón la padeció por su fuerza; Saúl, por su estatura; Absalom, a través de sus cabellos; Asa, a través de sus pies, y Zedekias, a través de los ojos (Soah 10 bis).

Hillel dijo: "Mi humildad es mi grandeza, y mi grandeza es mi humildad" (Lev. R. i.).

No vendrá el Mashiaj/Mesías hasta que no haya cesado el orgullo en Israel (Sanh. 98).

El hombre altivo, aunque sabio, perderá su poder de la profecía (Pes. 6b). 

El envanecimiento contamina la tierra (Sotah 4b).

La humildad es tan importante como la sabiduría y el temor a Dios (Derek Erez, Ammán VIII).

No se debe olvidar que la mosca fue creada antes que el hombre (Sanh. 38; Tan., Shemini, 9).

Jojanán ben Zakkai solía decir: "Si has adquirido mucho conocimiento de la Torá, no debes adjudicarte a ti mismo el orgullo" (ii Ab.. 8; Sanh).

Sé flexible como la caña, porque el conocimiento sólo se logra con humildad" (Derek Erez Zua viii. 1). 

Quien se humilla por cuenta de la Torá, en última instancia será elevado a través de ella (Derej Erets).

Así como las aguas en su curso tienen por objeto las tierras bajas y no el terreno elevado, también las palabras de la Torá se realizarán sólo entre aquellos dotados de un espíritu humilde (Ta'an. 7).

De los Tehilim/Salmos:

18: 27: Tú salvas a los humildes, pero humillas a los orgullosos.

147: 6: El Señor levanta a los humildes, pero humilla por completo a los malvados. 

149: 4: Porque el Señor se complace en su pueblo; da a los humildes el honor de la victoria. 

De Mishlei/Proverbios:

15:33: El honrar al Señor instruye en la sabiduría; para recibir honores, primero hay que ser humilde.

18:12: Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad.

De los Profetas:

Shemuel/Samuel 1, 2:7 7: El Eterno da la pobreza y la riqueza, humilla y también enaltece.

Yishayahu/Isaías 2: 11-12: Los orgullosos tendrán que bajar la vista; los altaneros se verán humillados. Tan sólo el Eterno mostrará su grandeza en aquel día, el día en que el Señor Todopoderoso actúe contra todo hombre orgulloso y soberbio, contra todo hombre altanero, para someterlo. 

Yishayahu/Isaías 5:15: La gente quedará totalmente humillada; los orgullosos tendrán que bajar los ojos. 

Yishayahu/Isaías 13:11: El Señor dice: …“ Voy a terminar con la altanería de los orgullosos, y a humillar a los soberbios e insolentes”. 

Yishayahu/Isaías 26:5-6:  Él hace caer a los orgullosos y humilla a la ciudad soberbia derribándola hasta el suelo, para que los humildes y los pobres la pisoteen con sus pies.

Yishayahu/Isaías 57:15: Yo habito en una altura santa, pero estoy con el contrito y humillado, para reavivar los espíritus de los humildes, para reavivar los corazones contritos.

De la Torá:

Vayicrá/Levítico 26:19: Haré pedazos vuestro necio orgullo.

Devarim/Deuteronomio 8:12-14: Cuando hayáis comido y estéis satisfechos, y viváis en las buenas casas que hayáis construido, y veáis que vuestras vacas y ovejas han aumentado, lo mismo que vuestro oro y vuestra plata y todas vuestros propiedades, no os llenéis de orgullo ni os olvidéis del Señor vuestro Dios, que os sacó de Egipto, donde erais esclavos.
               

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